Las piezas que usamos en joyería son muy sensibles. Las gemas, las piedras preciosas, naturales, los metales… pueden verse afectados por los productos químicos más habituales en cosmética, perfumería, limpieza; y por sustancias como el cloro de las piscinas o los balnearios o el agua del mar.
El contacto hace que las piezas de joyería pierdan su color y su brillo naturales.
Está claro que en multitud de ocasiones en las que se lucen las mejores alhajas no son las más propicias para estar pensando en si se pueden ver alteradas. Son momentos para disfrutar y, muchas veces, recordar.
Nos remitimos a los consejos que nos dan y, bien aplicados, dan resultados más que satisfactorios. Pero llega un momento en que las joyas deben ser recuperadas por manos expertas para que vuelvan a lucir como el primer día.
Las joyas no envejecen. Su alma siempre perdura. La impresión del primer día puede recuperarse.